Música en la selva
"De cómo las cebras tienen figura de cebras"
(Un cuento musical para escuchar, aprender, disfrutar y bailar)
Música & creación: Rubato Appassionato
Adaptación de Cuentos de la selva de Juan Tejeda
Compañía: Camaleón de papel
"Música en la selva" from Rubato Appassionato on Vimeo.
“Música en la selva” es un recorrido fascinante para niños a partir de dos años donde un precioso cuento que narra las aventuras de un burrito a punto de convertirse en cebra se ilustra con los sonidos y colores de las diferentes flautas de pico, el fagot barroco y el violoncello barroco, y con la música danzante, rabiosa, alegre, melancólica y virtuosa del siglo XVIII.
Un encuentro con un burrito, una cebra, un león, una jirafa, un toro, un elefante, un jabalí, dos tigres, dos payasos, saltos, baile, música barroca española y canciones para niños.
Una aventura donde los niños se adentrarán con entusiasmo e imaginación, irán distinguiendo los diferentes personajes con sus melodías e instrumentos, aprenderán términos musicales, se familiarizarán con estos maravillosos instrumentos de viento y de cuerda de la época barroca, participarán, cantarán y bailarán.
Espectáculo lúdico-pedagógico infantil, que combina prosa, teatro y música barroca. Apto para cualquier tipo de escenario. Interior o exterior.
Duración del espectáculo: 1 hora.
JUAN TEJEDA OLIVA nació en Santiago de Chile en 1916, de una familia de 12 hermanos de espíritu jovial e ilustrado. Estudió en el Instituto Nacional y en la Universidad de Chile, donde se licenció en Historia. Ejerció como periodista, y conquistó notoriedad como cronista y escritor de textos breves y humorísticos, firmándose como Máximo Severo. Colaboró en el diario La Nación, en Radio Minería, en revista Ercilla, en Las Últimas Noticias. Obtuvo el Premio de Teatro Experimental de la Universidad de Chile por Arte de magia.
Cultivó la vida de bares y tertulias. Fue amigo del periodista Tito Mundt, de la actriz Ana González, del poeta Braulio Arenas, del famoso mitómano literario Eduardo Molina, del escritor José Miguel Varas, del diputado Rafael Agustín Gumucio, del gran cronista Joaquín Edwards Bello, que lo distinguió con su aprecio, y de otros muchos personajes de la bohemia santiaguina. De carácter nervioso y amplia cultura musical, histórica y literaria, perteneció a una generación dada al sentido del humor y a cierta resignación fatalista, muy ajena al afán por el éxito que aparecería más tarde en la sociedad chilena. Leyó con pasión a Thomas Mann, a Huxley, a Proust, a Dostoyevski, a John Dos Passos, a Stendhal, a Dumas, a los clásicos grecolatinos. Melómano, sus favoritos fueron Bach, Mozart, Beethoven, Ravel y Stravinsky. Fue muy aficionado al jazz y al tango. Solía frecuentar el Círculo Valdiviano, donde llegaba longaniza recién hecha del sur, y los jueves se iba al arroz que hacían en el Círculo Español. Le gustaba la comida tradicional chilena, aunque también disfrutaba con las ancas de rana, los sesos fritos o los riñones al jerez. Fue un hombre laico, de pensamiento político de centro. A menudo dibujó las viñetas de sus propios artículos. Trabajó también en publicidad.
Se casó en 1946 con Marina Marshall (licenciada en Sociología) con quien tuvo dos hijos: Juan Guillermo (artista de cosas diversas, pintor, escultor, escritor, diseñador y profesor de diseño de la Universidad de Chile, nacido en 1947) y María Ester (profesora de español en la Simon Fraser University, Vancouver, nacida en 1949).
Obras: Arte de magia (1946), Fantasmas necesarios (1949), Sea breve (1952) - recopilación de crónicas bajo el pseudónimo de Máximo Severo-, Robar no cuesta nada (1952 ) -obra de teatro estrenada por la Compañía de Lucho Córdoba-, Cuentos de mi escritorio y Cuentos de la selva (ambos de 1957) -dos libros de cuentos infantiles que nacieron mientras se los iba contando a sus hijos-, Buen hombre (1957), Cuentos alcohólicos y burocráticos (1958) y Malversación del alma (1963) -poesía).
A su muerte en 1972 dejó inconclusa una Historia de Chile para grandes y pequeños, nacida como respuesta a los textos escolares pesados y neutros con los que debían estudiar sus hijos en el colegio. Su escritura fue siempre ingeniosa, de estilo limpio, con sentido del humor, algo de escepticismo y una profunda humanidad.
Cultivó la vida de bares y tertulias. Fue amigo del periodista Tito Mundt, de la actriz Ana González, del poeta Braulio Arenas, del famoso mitómano literario Eduardo Molina, del escritor José Miguel Varas, del diputado Rafael Agustín Gumucio, del gran cronista Joaquín Edwards Bello, que lo distinguió con su aprecio, y de otros muchos personajes de la bohemia santiaguina. De carácter nervioso y amplia cultura musical, histórica y literaria, perteneció a una generación dada al sentido del humor y a cierta resignación fatalista, muy ajena al afán por el éxito que aparecería más tarde en la sociedad chilena. Leyó con pasión a Thomas Mann, a Huxley, a Proust, a Dostoyevski, a John Dos Passos, a Stendhal, a Dumas, a los clásicos grecolatinos. Melómano, sus favoritos fueron Bach, Mozart, Beethoven, Ravel y Stravinsky. Fue muy aficionado al jazz y al tango. Solía frecuentar el Círculo Valdiviano, donde llegaba longaniza recién hecha del sur, y los jueves se iba al arroz que hacían en el Círculo Español. Le gustaba la comida tradicional chilena, aunque también disfrutaba con las ancas de rana, los sesos fritos o los riñones al jerez. Fue un hombre laico, de pensamiento político de centro. A menudo dibujó las viñetas de sus propios artículos. Trabajó también en publicidad.
Se casó en 1946 con Marina Marshall (licenciada en Sociología) con quien tuvo dos hijos: Juan Guillermo (artista de cosas diversas, pintor, escultor, escritor, diseñador y profesor de diseño de la Universidad de Chile, nacido en 1947) y María Ester (profesora de español en la Simon Fraser University, Vancouver, nacida en 1949).
Obras: Arte de magia (1946), Fantasmas necesarios (1949), Sea breve (1952) - recopilación de crónicas bajo el pseudónimo de Máximo Severo-, Robar no cuesta nada (1952 ) -obra de teatro estrenada por la Compañía de Lucho Córdoba-, Cuentos de mi escritorio y Cuentos de la selva (ambos de 1957) -dos libros de cuentos infantiles que nacieron mientras se los iba contando a sus hijos-, Buen hombre (1957), Cuentos alcohólicos y burocráticos (1958) y Malversación del alma (1963) -poesía).
A su muerte en 1972 dejó inconclusa una Historia de Chile para grandes y pequeños, nacida como respuesta a los textos escolares pesados y neutros con los que debían estudiar sus hijos en el colegio. Su escritura fue siempre ingeniosa, de estilo limpio, con sentido del humor, algo de escepticismo y una profunda humanidad.